Recientemente se puede ver en las noticias la acción del Papa Francisco contra sacerdotes pedófilos. Hace pocos días ordenó el arresto de tres sacerdotes y un laico, y un poco más atrás en el tiempo la detención de un ex-nuncio.
Dejando de lado que en lo particular me hace ruido que en otros países la acción de la justicia dependa de la aprobación o no del Papa se puede observar que en estos casos rige el secreto del Vaticano. Un resabio del Crimen Sollicitationis.
Se puede observar en el caso de Bernard Law, el arzobispo estadounidense acusado de encubrir miles de casos de pedofilia. El ex-arzobispo de Boston se retira en 2002, viaja a Roma y desde aquel entonces hasta ahora vive en un retiro permanente en el convento de Santa María Maggiore. En el 2013 tuvo un encontronazo con Francisco, quien lo obligó a retirarse de su presencia.
Pero Law sigue en Roma. ¿Por qué Francisco no ordena su detención y extradición a EEUU para ser juzgado por encubrir abusos sexuales? ¿Por qué tiene que permanecer recluido? La explicación puede resultar muy sencilla: Hay cosas que mejor no se sepan.
Así como en el pasado el Vaticano ocultó datos sobre violación de menores eso no cambia en el presente. Rige en todo momento la lógica corporativista. El Papa como Dios en la tierra es quien debe juzgar a los sacerdotes malos. Y sus castigos son también religiosos. Los Estados civiles no tienen que inmiscuirse en estas cosas.
De todas formas, conociendo como es Bergoglio y sus antecedentes, a nadie le puede asombrar.
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