¿Prueba una
curación milagrosa la providencia o al menos la existencia de Dios? En
absoluto.
Se debe
partir de la base de que las curaciones divinas son arbitrarias y dependen de
lo que Dios quiera curar o no. Si no fuera así bastaría con resignarse a
esperar los milagros sin recurrir a la medicina, y hoy en día, salvo los grupos
más fundamentalistas, la mayor parte de las denominaciones religiosas utilizan
sus “poderes sanadores” como complemento de la acción médica.
Y ahí
entramos en otro dilema ¿Por qué Dios cura a algunos y no a otros? ¿Por qué
Dios no puede sencillamente curar a todo aquel que lo pida?
Queda
descartado entonces que esos milagros prueben la bondad de Dios o su
misericordia. Por el contrario, demostrarían un carácter arbitrario y poco
confiable.
Nos queda
entonces investigar si esas curaciones prueban la existencia de Dios (o de
dioses). Incluyo en este aspecto tanto a los enfermos que oran como a aquellos
episodios de sanidad protagonizados por ciertos sacerdotes (o su equivalente)
que tienen el don de sanidad.
Esos casos
no demuestran la existencia de determinado Dios. Eventos como estos son
relatados en diferentes religiones. Desde pastores pentecostales a gurúes
hindúes, pasando por supuesto por vírgenes o santos católicos e incluyendo
también a simples curanderos o grupos que realizan rituales. ¿Cuál de todas
estas religiones tendría razón si todas ellas después de todo tienen episodios
de curaciones milagrosas? ¿Pero
podrían al menos en última instancia demostrar que existe una voluntad
superior?
No
necesariamente. Es cierto que muchas de esas curaciones no tienen por el
momento una explicación científica simple. Pero eso no quita que la vaya a
tener en el futuro.
La
hipnosis, la sugestión, los efectos placebo, los
procesos psicosomáticos, ese tipo de cosas ofrecen una explicación científica
satisfactoria para los supuestos milagros. Como seres humanos racionales contamos
con sentimientos y emociones, apreciaciones subjetivas que inciden en la salud
física. El componente emocional en las enfermedades físicas es reconocido por
todo tipo de médicos como un aliciente. En otras palabras, es más probable
sanarse de un mal si se es optimista.
Eso
obviamente no significa que solo con eso alguien pueda llegar a curarse, de
hecho ni siquiera los “sanadores institucionales” (me refiero a pastores y
sacerdotes, no a simples manosantas o curanderos) recomiendan entregarse solo a
la providencia divina porque implícitamente reconocen esa utilidad limitada de
la fe. Simplemente significa que, con un carácter positivo, las enfermedades
pueden sobrellevarse mejor.
No nos
podemos olvidar tampoco que la humanidad vivió milenios enteros sin la medicina
tal como la conocemos actualmente. En los albores de la raza humana las
sanaciones eran encargadas a hechiceros. Si bien los testimonios que tenemos no
son confiables, no hay porque no creer que en muchos casos esos hechiceros
hayan logrado realmente sanar.
Esos
conocimientos no institucionalizados anteriores al desarrollo de la ciencia
pueden haber persistido en la actualidad. Pueden haberse conservado quizás
inconscientemente en la sociedad métodos precientíficos para curar. Pero como
ya se dijo, estos métodos resultan totalmente limitados.
Pero no
solo son limitados en cuanto a su efectividad sino en cuanto a su alcance. Hoy
en día no se ve a Dios curándole a la gente el síndrome de Down u otros
retrasos mentales. No se ve a gente cuyos miembros amputados o faltantes desde
el nacimiento se generen milagrosamente. Tampoco se ve el caso de
resurrecciones luego de varios días, como el caso de Lázaro. Y por supuesto
nadie se arriesgaría a probar si la promesa de Jesús en Marcos 16:17 de que los
escorpiones y las serpientes no provocarían daño se cumple.
Las
curaciones milagrosas en conclusión no demuestran nada.
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